En el contexto académico es frecuente emplear la expresión “modelo pedagógico”, para referirse a uno de los componentes de la hoja de ruta en la formación profesional.

Es importante tener en cuenta que la educación universitaria tiene características particulares a diferencia de otros niveles; en ella, el proceso de enseñanza y aprendizaje implica una mayor responsabilidad en su ejecución.

En este orden de ideas, se hace prioritario dentro de los modelos de enseñanza, tomar en consideración la influencia que dicho proceso tiene en el bienestar emocional de los estudiantes.

La estabilidad emocional es fruto de una buena salud mental. Las emociones se componen de un conjunto de aspectos a partir de una base fisiológica y cognitiva que permiten el despliegue del repertorio conductual ante diversos acontecimientos facilitando así la adaptación del individuo.

Teniendo en cuenta esta reflexión, cualquier modelo de educación debería estar orientado a conocer las características particulares su población. Es fundamental entonces, considerar los cambios que condicionan el aprendizaje de los estudiantes, las características psicosociales en las que viven y proponer estrategias que aporten a su permanencia y graduación.

Es por ello, que como instituciones educativas comprendemos que la salud mental es un elemento necesario en la práctica educativa. Un modelo de educación que incorpore la salud mental en el diseño de estrategias didácticas y actividades educativas contribuirá notablemente con el bienestar emocional de los estudiantes, facilitando el buen desempeño estudiantil, aportando significativamente a su formación integral.